Hace varios años me certifiqué
como Coach y tuve la osadía de iniciarme en su ejercicio. Sin duda una de las más
fascinantes actividades dentro de la consultoría de talento, y hoy por hoy,
arrastrado por la moda existente en el mundo corporativo de asignarle a casi
todo el mundo su “Coach”, una de las actividades más rentables.
La práctica me hizo sin embargo
desistir rápidamente. Simplemente un acto de responsabilidad, frente a las
realidades que vive el mercado, y los potenciales conflictos que su ejercicio
conlleva:
- El primer conflicto está dado por quien paga la
factura. Generalmente el Coach es contratado por la empresa, que en aras de
darle mayores herramientas a uno de sus empleados, decide (el jefe directo con
el apoyo de recursos humanos), “notificarle” a este que iniciará un proceso de
coaching. Las razones del conflicto las genera el hecho, de que la teoría del
coaching dicta que un proceso de acompañamiento tiene validez únicamente en la
medida en que sea el Coachee quien decida aceptar el proceso y no su superior
jerárquico. Odié las clases de guitarra cuando fueron obligadas, por unos
padres que con la mejor intención me vieron potencial de concertista. Algo
similar sucede en el mundo corporativo. Someterse a un proceso, no importa cuál
sea, cuando la iniciativa no es propia, es arrancar con el pie izquierdo.
- El
segundo conflicto se desata cuando el empleado trata de interiorizar las
razones por las cuales la empresa lo hizo sujeto de coaching. En muchas
ocasiones, sobre todo cuando se trata de talento joven, rotulado como de alto
potencial, el conflicto es menor y hay alta flexibilidad a someterse a un
proceso que le permitirá madurar algunas de sus competencias en su camino hacia
cargos superiores. En profesionales maduros, la flexibilidad no es tanta,
y se es más reactivo. Generalmente las
acciones sugeridas son más correctivas, y están tratando de darle armas
relativas a un evidente “defecto gerencial”, frente al cual no hay tanta
consciencia, o si la hay, no hay plena voluntad de cambio. La amenaza del “si
no cambias….” siempre está latente.
- El
tercer problema, y me imagino que sucede algo similar con los profesionales en
psiquiatría, es que por experiencia los procesos de coaching terminan
rápidamente desembocando en un problema de tipo personal. La interiorización de
una “debilidad”, viene acompañada de procesos de negación, y muy generalmente
son el espacio para que se exterioricen sentimientos que en teoría nada tendrián
que ver con un tema de competencias profesionales pero que en la práctica
terminan siéndolo.
Sentirse
desenmascarado, frente a temas de alta vulnerabilidad como son los personales,
frente a un profesional cuya formación no es sicológica o siquiátrica, es un
problema mayor. Siempre es grato sentirse escuchado, creo que todos lo
necesitamos, sobre todo aquellos que detentan la famosa soledad del poder; pero
tener que compartirlo con alguien que fue entrenado como Coach para manejar
situaciones de otro tipo es un gran conflicto.
- Finalmente
esta última fase desemboca en realidades y sobre todo en iniciativas que la
empresa no siempre está dispuesta a pagar, es más, pagó para todo lo contrario.
Cuando el proceso deriva en “no me entiendo con mi jefe”, o , “siempre quise
una carrera en finanzas y termine en mercadeo”, o, “soy fuerte en análisis y
planeación y termine liderando gente que es algo que realmente no disfruto”, el
coaching se enfrenta a un conflicto típico, que no siempre termina siendo bien
manejado, y en más de un caso ha derivado en renuncia.
No quiero que me malentiendan,
tengo en gran estima a los Coachs y conozco muchos que han logrado poner los
puntos críticos sobre la mesa antes de iniciar el proceso, evitando así
sorpresas futuras. La realidad sin embargo, es que jalonados por una moda,
observo poca profundidad en el manejo interno que activa este tipo de procesos.
Un proceso de coaching exitoso,
implica, existencia y madurez en los procesos internos de evaluación y
desarrollo. Implica, consciencia pero sobre todo aceptación explicita del
coachee de ser parte activa del proceso; foco en manejo del proceso para que no
se desvíe hacia temas personales que si bien importantes, no deben ser del
resorte de manejo de este tipo de profesional, y finalmente, implica un gran
acompañamiento interno para apoyar al Coachee en su proceso de desarrollo.
Cualquier desviación frente a este clausulado debería ser no negociable.
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